lunes, noviembre 26, 2007

6,9

Rubén y Patricia, llegaron el año 81 a la comunidad de Flor María. Arreciaba el Gobierno Militar y el alcade designado de Yerbas Buenas, les ordenó encargarse de la Escuela F - 509, que por aquella época, tenía muy pocos alumnos y un prestigio en baja.

Eran jóvenes y tenían mucho por hacer. Tuvieron grandes aciertos, también detractores y errores, pero siempre tuvieron en su mente la palabra trabajo y trabajo duro.

Hoy cuando la Escuela F - 509, ya no se llama así, sino que Liceo Juan Gómez Millas. La cantidad de alumnos bordea los 500 y es la mejor en comparación al resto de las existentes en la comuna, Rubén y Patricia junto con la alegría de sentir que lo lograron, también sienten una profunda frustración y es que llegarón al tope y ya no tiene mucho por hacer, tal como hace 26 años, y no es que ellos mismos se hayan puestos barreras, sino que se les puso en el camino, una que en este momento no son capaces de derribar ellos solos.


La barrera social.

¿Qué hacer?, cuando el problema no es la educación sino un tema de conformación de nuestra sociedad, el maldito problema de las oportunidades y la descarnada distribución de las riquezas. Cómo se le dice a un niño que no podrá optar a nada más que a quedarse en su casa porque no hay plata para estudiar, o como se le transmite a un niño golpeado, a un niño que viene de hogares destruidos por el alcohol de la droga, niños que son abandonados, que sus padres están presos, o sencillamente niños que no comen, que tiene oportunidades, que es posible que rompan los círculos de la pobreza y que su vida puede ser distinta.

Es díficil. Y Rubén y Patricia chocan día a día y de golpe y porrazo con esa realidad.

Sin embargo, aún tiene esperanzas, porque tienen a una Macarena Peña, a un Osvaldo Campos, a un Natalia Reyes, a un Hugo, que lo lograron, que fueron impulsados a ver el mundo con otros ojos y a tomar otras oportunidades. Pero todavía son pocos.

Cuando repaso esta historia, me indigna que se discuta con tanta soltura de cuerpo el reajuste de los funcionarios públicos, me indigna que los políticos, no hagan su pega y les paguen tremendas cantidades de dinero. Su trabajo es relevante porque los elegimos para que nuestra vida en sociedad sea óptima y no lo hacen. Me indigna que personas como Rubén y Patricia no puedan hacer nada más, sabiendo que sus decisiones, que sus enseñanazas pueden cambiar la historia de personas, pueden hacer a niños más confiados y distintos adultos a nuestra sociedad.

Sentirse atados de manos con este tema es normal, pero no lo ideal, hay algo por hacer, lo importante es descubrir qué, desde nuestras trincheras.

Yo por lo menos, estoy en eso.

viernes, noviembre 23, 2007

Bienaventurados los Puntuales porque ellos llegarán primero al Cielo

Si hay una cualidad que no poseo, esa es la puntualidad.

Siempre las estrellas y la luna cruzada con algun planeta se ponen en mi contra para llegar tarde a todas partes y saben... no me enorgullece.

El relato es corto y sencillo, hoy debía llegar a las 17.00 horas a una reunión.
De mi casa al lugar de la cita me demoraba algo así como media hora. Por lo tanto para andar bien, debía salir unos 40 minutos antes.

Terminé saliendo 15 y todo se conviertió en las típicas carreras de siempre. Llegué acalorada al lugar, tarde, muy tarde y ya de mal humor.

Pero ustedes se preguntarán, ¿por qué?

Lo de las mañana al trabajo y las llegadas, las tengo asumidas, sencillamente, quedarse calentito un ratito más o el sueño y la permisividad de mi jefe han mermado mi puntualidad (qué verguenza este mea culpa).

Pero lo de los compromisos sociales v/s mi puntualidad sencillamente han hecho que ni mi santa madre crea cuando le digo que llegaré a tal hora.

Siempre recuerdo cuando adolescente y las primeras salidas a fiestas. Papá decía:
Angela: "aquí a las 12 en punto (hora referencial, me hago la bacán); nada de estar llamando que un minuto más, que una hora o toda la noche".

SIEMPRE, terminaba llamándolo y rogándole por esos minutos más.

Hoy cuando me junto con amigas, saben que: "El voy llegando"; "Estoy llegando"; "o el estoy a una cuadra", son alguna de mis frases de la gran bateria que tengo para salvarme de las llegadas tardes.

Lo otro es que me he dado cuenta que la cosa genética también afecta, mi papá es lo más impuntual que hay y me he dado cuenta que tengo un rasgo que siempre le critique que es darse veinte mil doscientas vueltas antes de hacer algo. plop!!!

Sin embargo, frente a mi "adicción" a la informalidad, como llamarían los antiguos, tengo una defensa, a mi no me molesta la IMPUNTUALIDAD.

Porque no faltan los patudos que son impuntuales y que más encima se molestan con los que llegan tarde. No, no señor, yo comprendo al pobre pecador atrasado.

Aprender a llegar tarde no es una cualidad, para nada, pero sí se convierte en un arte cuando uno la aprende a dominar y cada día uno se va superando.

Estas cabilaciones retrasadas, espero no me pasen la cuenta y finalmente tenga que aprender a ser puntual a punta de un buen costalazo que me haga llegar a la hora a todas partes...

lunes, noviembre 05, 2007

El coronel no tiene quien le escriba

Lo más probable es que García Márquez nunca imagine que esté usando el título de uno de sus libros para tratar un tema, que nace producto de esto loco avance de los tiempos.

La vida se ha vuelto vertiginosa en todos sus ámbitos. De tradiciones o costumbres cuesta hablar ya que todo cambia, cambia rápido y sin miramientos.

Hoy pasamos más tiempo frente a una pantalla de computador, que frente a personas, seres humanos de carné y hueso. Nuestros niños son débiles y no me refiero a algo físico, sino narrativa y lingüísticamente hablando.

Años atrás recibir una carta era una de las cosas más emocionantes que podían suceder.

Recibir esas frases de puño y letra del ser amado, de la familia. Contando historias, noticias, deseando parabienes o contando desgracias y hasta cahuines.

Demoraban a veces días, semanas y mucho antes, hasta años, pero la emoción siempre era la misma.
El sobre arrugado, el cartero y las noticias y la lectura.

Se han preguntado ¿hace cuánto tiempo no reciben una carta escrita a mano?

Debe de ser mucho, porque el email, con su inmediatez vino a reemplazar a la casilla en el correo.

Hoy nuestro buzón se llama bandeja de entrada y la emoción no es la misma, porque sólo la vemos tras la pantalla del PC, impalpable.

Pero esto más que ser un arrebato de sentimentalismo y nostalgia, también es preocupante.
Nuestro lenguaje ha sufrido una devastación propia de una guerra donde no se tiene muchas oportunidades y su deformación es patente.

Nuestra sociedad ya no gusta de leer párrafos largos, se acostumbró al hipertexto, a lo conciso, a cliclear más que hojear, se acostumbro a escáner y no a leer y esto no hace más que ir acomodando nuestro idioma a contracciones y emoticones.

La tarea es rescatar lo más propio y preciado que tenemos las sociedades que es nuestro lenguaje, nuestra interacción con él.

Hoy el coronel no tiene quien le escriba porque sencillamente donde vive no hay internet y ya nadie manda cartas.