jueves, mayo 27, 2010

Diario de Terremoto: 28 / 02 El terremoto de la gente.

Después de una noche nefasta, el hombre grande la casa, se agarró el cinturón y nos dijo a los atemorizados Ange y Max, esta cuestión se acabó nos vamos para la casa. De ahora en adelante vamos a andar todos juntos. Y era como hacerle caso. Ya había recatado el auto de entre los escombros y se enzalzaba como nuestro líder. Me sentí segura al fin. Había que tomar el toro por las astas. Y aunque la gente del edificio de Serrano se había portado un 7.0 sobre todo con nuestro retoño, lo que decía el líder era justo y necesario.

Ya era dgo y mientras el Negro hacía unos quehaceres me dejó ordenando nuestras cosas que ya comenzaban a repartirse por ese edificio que ya nos era ajeno.

La gente que nos hospedaba también comenzaba a tomar las riendas de "nuestra nueva situación de vida" y se organizaba para hacer desayuno. Fueron a buscar leña de una casa que sae había caido y listo miercale. Ya había fuego y teteras con agua hirviendo. Los departamentos ahora estaban en el Hall, con sus tazas, sus platos, sus frazadas, sus cosas.

Pero ese oasis de buena onda, distaba mucho de lo que pasaba a una cuadra. Si durante la noche ya se había sentido a la gente desbandada, durante el día, la luz no escondio lo peor que pudimos ver de nuestros vecinos, sino todo lo contrario.

El Unimarc de chacabuco, al que yo iba todos los meses con mi negro y el Max, estaba siendo brutalmente desmantelado. Sí, el miedo al desabatecimiento. Pensamos todos e incluso yo tb lo pensé y por un momento mis pies llegaron a la esquina, pensando en conseguir los famosos colados. Pero retrocedí, no porque mi moral me impidiera seguir, sino que me espanté al ver que la gente no estaba sacando alimentos de primera necesidad. Sino que también se iban con los asientos de las cajeras, los aparatos de REDcompra, y otras cosas que no eran para superar la crisis. Me espanté y tuve miedo nuevamente. Y lo que más me espantó que eran los recurrentes llamados Flaites los que se iban con esas cosas, eran señoras bien, con sus cabelleras pintadas de rubio de peluquería, gente en jeeps, marca jeeps. ¿necesitarían ellos esas cosas?.

El negro llegó de la ronda que había ido a hacer para ir a buscarnos. Y me dijo, están saqueando todos los supermercados. La cosa está brigida. Amaro Gómez Pablos intentaba ser mediador para que la gente se controlada en el líder de Prat, pero la gente se reía en su cara.

Llagaba la hora de irse del edificio de Serrano, no sin antes agradecer a esa gente concocida y extraña a la vez, nuestros vecinos en la emergencia, nos desearon suerte, nos dieron unas botellas de agua mineral para el Max y partimos.

Nos fuimos a la casa, a nuestro departamento, eran las 14 horas y parecía que la hora no avanzaba. Cuando entramos comencé a llorar todo seguía en el suelo y edificio parecía abandonado, no había nadie. No había luz, no había agua, no había nada. El negro se fue a hacer unas fotos y me dejó ahí sola con el Max. Traté de tomar fuerzas, soy madre y correspondía que fuera valiente. Asi que comencé a ordenar a levantar todo en la cocina, la mezcla de aceites, sal, tallarines, pedazos de vidrio, providencialmente, el Maqui durmió por unas horas mientras yo limpiaba, era importante eso, ya que al no haber agua, la higiene no era muy buena.

Después de unos minutos ya tenía la cocina en pie. Y Maqui había despertado, no quería estar solo, era entendibloe, a mi tampoco me hubiese gustado estar sola en esos momentos. Ordené la pieza, era increíble estaba todo por todas partes.

Después de eso, el negro llegó a buscarnos, tenía que ir a despachar a Entel y lo acompañamos. El Maquito fue feliz en ese momento. Gritó y se relajó. El negro despacho y mientras hacía eso. Yo partí a buscar un tarro de leche que se me había quedado en el edificio de Serrano.

Ahora no sé si haber salido en auto por las calles de Concepción fue mejor o peor.
La gente a esa hora (16.00 horas). Estaba descontrolada a mango, ya había salido en masa al centro de Concepción, avidos de romper, sacar, correr, tomar, destruir, quemar.

El Alvi de Carrera, Los Bigger, los Líder, las Bencineras, los Sta. Isabel, la Polar, los Unimarc, los Frunas, Los Kamadis, Nada se salvó. Sueciedad, humo, fuego, bomberos que no daban a basto era parte de una foto que tengo grabada en mi mente y que más encima era acompañada por un día nublado tipo invierno que hacía más terrible todo.

En el auto sin saber muy bien porqué llegué hasta la Plaza Acevedo, viendo en nivel de destrucción tanto del Terremoto como el que ahora provocaba la gente.
Fue en ese momento en la Cruz Verde de Roosvelt, detuve mi auto y entré. A mirar y a ver si habían colados.

Lo que vi fue incréible, barro, estanterías vacías hasta la de los ¡bronceadores?!. desolación.
No entendía que le pasaba a la gente. Cuál era la motivación para tanta paranoia cuando recién llevábamos 1 día de terremoteados. Dios nos libre cuando llevemos 10.

Llegué a buscar la leche y en la Radio del auto, se oían noticias, como que la Pdta, había estado reunida con los principales supermercadistas del país, para que en las zonas afectadas, abrieran sus puertas para que la gente se llevará todo lo que necesitará y fuera de 1a necesidad.

¿Perdón? pensé. Qué nos vamos a llevar. Si ya hay un supermercado quemados y cientos saqueados. Ya no hay nada que robar. Las autoridades clamaban la presencia militar en las calles, la cuestión se volvía insostenible. Muchos pensaban que una vez que la gente terminará con los locales comerciales, comenzarían con las casas!. Para eso la verdad, faltaba poco.

Emprendí mi regreso al lugar donde estaba el Negro, no sin antes suceder, lo que me marcaría ese día. Yendo en el auto, al doblar en una esquina, mi auto quedó atrás de una camioneta que iba cargada de cosas, muchas cosas, arriba de ellas iban dos adolescentes, deben haber tenido unos 15 o 16 años. Detenidos en un semáforo, bajo mi vidrio y les grito: "Chiquillos llevan colados ahí"... (supongo que se habrán dado cuenta, que lo único que tenía en la cabeza era conseguirle comida al Max).

A lo que los chiquillos me contestan: "No, srta. En la Nestlé de Palomares, debe haber"

Sonrei, y seguimos, había verde en el semáforo.

Seguimos por una cuadra más y cuando había que doblar. Los Chiquillos hicieron parar la camioneta y se bajaron de ella, corriendo hacía mi auto.

Me traían tres kilos de leche.

La verdad es que encontré solidario el gesto. Aunque después vino la perturbación al respecto. No sabía si alegrarme por la solidaridad o entrsitercerme por estar perdiendo la fe en los humanos, antes estos horrendos acontecimientos.

Una vez que volví donde el negro a Entel. Le pedí que quedará con maquito para poder llamar a mis papás. Mi necesidad de comunicarme constantemente con ellos se hacía cada días más grande. Cerca del lugar donde estabamos había un teléfono público.

Dejé a maqui con su papá y bueno. Caminé hasta el teléfono. Ahí vi un montón de gente con sus preciadas adquisiones.
Dos mujeres mayores caminaban con un carrito lleno de cosas fruna. Mi pregunta obvio, fue "Llevan colados".
No, srta. Nosotros estamos consiguiendo pañales.
Mirenve, le dije yo. Yo tengo por montones. Pero sin colados no hay pañales. Hubiesemos hecho trueque.

Al llegar al teléfono público, había un niño de San felipe que estaba solo en Concepción y que se contactaba con sus padres.

Habló por minutos, tanto que hizo que desistiera de hablar con los mios.

Después de que el Negro despachara nos fuimos a la zona cero.
El necesitaba conversar con un amigo y fue ahí que supimos que se decretaba TOQUE DE QUEDA PARA CONCEPCIÓN, a partir de las 9 de la noche, nadie podría salir de sus casas hasta las 6 de la mañana del día 01 de marzo.

Así cerca de las 7.30 tomamos el auto y nos fuimos al departamento. Comenzaba a oscurecerse.
Aprovechamos de llamar a nuestras casas, desde el teléfono público abajo del edificio, dejamos el auto en la calle y subimos.

Nuestra primera noche en el departamento. Miedo.
El negro hizo fuego y a lo conductor de a prueba de todo del Discovery, coció unos bistocos. Mientras nosotros comiamos papas fritas y tomabamos agua.

Llenamos de velas. Yo tenía una pena infinita.
Maquito tomo su leche. le puse su pijama. Nosotros con ropa y zapatillas acostados a su lado.
Maqui durmió. Nosotros teníamos un ojo cerrado y otro abierto. Hubo muchas réplicas esas noche. Una noche que fue nuevamente demasiado larga.

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