jueves, marzo 18, 2010

Diario de Terremoto: El 27/02

03.34
No recuerdo cuando abrí los ojos, ni cómo, pero estaba ahí agarrada de la cuna del max y preguntándole al negro: ¿Qué era esto?. Todo el departamento se movía. No me acuerdo si sentí miedo, sólo que el Max no despertaba, que lo tomé pasado unos minutos y después que el negro recibiera en sus brazos el LCD que me había regalado mi papá para la navidad, nos pusimos bajo la puerta de la pieza. Los tres. El Max tiritaba y yo le decía: tranquilo hijo, mira estamos los papás acá.

Ese viernes 26, me mire al espejo y pensé en lo gorda que estaba y es que las vacaciones habían hecho estragos en mi. Bueno filo, me dije, total ya en el año me pondré en forma.

Nos fuimos al mall con el Negro y el Max. Era el último día hábil de las vacaciones y había que comprar algunas cosas para el regreso al trabajo y por ende, el regreso del max a la Sala cuna.
Se me paso por la cabeza eso del Stress Post Vacaciones. Estaba casi segura que lo comenzaba a padecer.
Ese día compré dos mamaderas, unos chupetes, el Negro encontró un ofertazo en North Face y comimos pésimo en el segundo piso, en patio de comidas del Trébol. Recuerdo habernos reido, de lo burgueses que estabamos y concluimos que comer en platos plásticos ya no era el estilo.

Una vez que estuvimos en la casa. A eso de las 7 de la tarde. Le insistía al negro que fuerámos al Unimarc de Chacabuco a hacer nuestras compras del mes, nos gustaba ese super, lo encontrabamos acogedor, dentro de lo que un supermercado cabe en ese concepto.
Lo encontrabamos barato.
Nunca imaginamos que ese sería el último día que lo veríamos tal y como era.
El negro me dijo, que ya era muy tarde que mejor fueramos con calma el sábado en la mañana.
Acepte. A regañadientes, pero acepte.

De todas maneras, ese día grabé las mamaderas de Max, le compré un considerable stock de baberos y le compré sus pañales para el mes. De la leche no hubo caso, no encontré en ninguna parte. Esa también seria la última vez que recorrería el centro de Concepción, la Galería Alessandri y las farmacias del centro, tal y como eran.

No olvido que mientras bañaba al Max para acostarlo, el Negro me repetía que tenía hambre.

. "Esperame hago dormir al max y comemos y tomamos algo rico, te tinca", fue mi respuesta.

Y claro mientras tocaba la noche, hice dormir al Max y obvio también él me hizo dormir a mi.
A eso de las 02.00 Am desperté porque mi teléfono anunciaba mensajes. Batería Baja - En rojo, filo mañana lo cargo.

Mañana, Mañana, Mañana, Mañana... Muchas cosas dejadas para mañana.

Estaba con ropa, con una polera cafe y una roja debajo y esas bermudas que el negro me quiere quemar.
Así estabamos, cuando el negro estaba agarrado a la pared y yo a la cuna, preguntándonos que cosa era lo que nos movía.

No sentimos ruidos. Ni gritos. No había luz. Abrigue al Max, me puse zapatillas, el Negro agarro la cámara, su mochila. Yo tomé pañales, leche, jugos.

Salimos de la casa. Bajamos por la escalera.
En ese momento no pensé que sería casi una de las últimas veces que volvería a mi casa.

En la calle estaban los vecinos, en la esquina de Lincoyan con Barros.
Todos nos preguntabamos, nadie hablaba en ese momento de terremotos, sólo habíamos sentido movimiento fuerte. La comida china que inundaba mi departamento de olor a soya, estaba en el suelo. Las balsosas de las calles levantadas nos decían que esto era grande.
Pasaba gente en auto, carabineros y nadie sabía nada.

Vimos el estacionamiento caido y pensamos: "perdimos el auto". Fue en ese instante, cuando llegaron unos vecinos y nos dijeron que el auto de ellos y el nuestro se habían salvado. Uf. Después sería una bendición, la salvada.

Celulares muertos y el teléfono público que sí funcionaba (milagro), y sí habían monedas de 100. No podía ser todo tan malo.
Logramos comunicarnos con las tías en Coronel. Pero no con mis papás en Talca, ni menos con los papás del Negro en San Antonio.
Les dijimos a ellas, que intentaran comunicarse, que les contaran que nosotros y nuestra casa estaba bien.

Fue justo después de eso. Cuando un tipo paso, y dijo: el epicentro fue en Talca y fue 8. La idea de muerte paso por mi cabeza. Claro, no podía comunicarme con ellos, quizás era porque estaban aplastados, muertos.
Pero la adrenalina, era tan alta, que razone que no sacaba nada con angustiarme.

A las 5 de la mañana y pasada casi una hora veinte del fuerte remezón. Decidimos con el negro movernos. Y caminamos hasta Serrano con Chacabuco, al edificio del Felix con el pato, seguramente ambos pensando en encontrarnos con caras conocidas y además saber como estaban ellos, si nosotros lo habíamos sentido tan fuerte en un piso 5, para ellos debía haber sido peor en el piso 11.

Caminando nos encontramos con los abuelitos residentes de lincoyan 440, tapados con frazadas, en las esquinas, nos decían que habían gente atrapada en el edificio.

El Max iba despierto, pero tranquilo, muy abrigado, desconcertado imagino yo, pero mi niño nunca lloro.

Ahí fue caminando por O´hhiggins, que nos dimos cuenta del colapso de la torre de oficinas, nos encontramos con los Jaivas y el negro saludos a Mario Mutis.

Caminamos por Serrano y era una boca de Lobo, unos vecinos a los que les preguntamos como estaban, nos alumbraron hasta pasado Cochrane.
Recuerdo haber saludado y preguntado como estaban a cada persona que encontré.

Y ahí afuera del edificio, nos encontramos con el pato, que me dio un abrazo apretado y eso que el no es efusivo. Con el felix y con sus papás. Estaban Bien, no todo podía ser tan malo.

Yo seguía sin poder comunicarme con Talca.

Los papás de los chiquillos (Felix y Pato) me dijeron que me fuera al auto con el max, para no pasar frio.
Yo atine a decirle al negro que ya era momento de irse a trabajar.
Y se fue.

En el auto de los tíos, pensé en mis papás, en el Pancho, en los papás del Negro, en tantas cosas. El Maqui se había dormido, gracias a Dios.
Se sentían sirenas, ambulancias, explosiones y la Radio.
También pensé que ojalá todo durará poco.

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