jueves, junio 15, 2006

Mi compañero de viaje



Eso de subirse a un bus, sentarse en el respectivo asiento que dice el boleto que llevas en la mano y acomodarte, siempre y cuando el bus permita realizar esa acción, es todo un rito.

Y es que viajar en un bus, puede llegar a ser la experiencia más agradable, como la más desastrosa del momento.

Quién no recuerda el chiste de algunos años: cuando los humoristas deseaban mal y decían: "No te deseo mal, pero ojalá viají en bus, a Arica y en el asiento del lado venga el Chino Ríos"

Personamente: Prefiero que mi acompañante sea un total desconocido y que no me hable. Gracias a Diosito tengo el don de poder dormir en cuanto apoyo mi hermosa cecera en el asiento y no despertar, en muchos casos, hasta cuando el auxiliar me dice: Señorita, llegamos al terminal.

Sin embargo, uno nunca es tan afortunado, y nunca falta esa mamá con su guagüita de días que lloooora y llooora; o esa persona que te habla como si fuera tu amigo de toda la vida.

Me ha tocado de todo, desde jóvenes que me han invitado al cine, hasta ancianitos judíos que me hablan de la situación actual de la juventud y esa mal llamada libertad, que el creía que era libertinaje.

Hoy me he modernizado y tengo el tonto reproductor de MP3 y unos audífonos que creo me han salvado de ir tres horas hablando de lo humano y lo divino con un desconocido. Sin embargo, no hay que ser tan radicales, a veces y sólo a veces "cuando la ocasión lo amerita", conversar con el compañero de viaje resulta ser extremadamente satisfactorio.

Y así puedo seguir enumerando, mientras que para otros post queda, eso de viajar en bus con el pololo. Con la mamá o sencillamente sola dando la oportunidad a ese auxiliar joven y que no pierde la oportunidad de flirtear.
Y es que los buses con sus 45 asientos son toda una historia.

1 comentario:

Anónimo dijo...

http://dragon-heart.blogspot.com/2006/06/yo-y-el-doc.html

;)